Una de esas historias “Insólitas” de pasion por el automóvil, porque demuestra que la conexión entre hombre y máquina puede crear vínculos emocionales muy fuertes. Donde todos los apasionados del automóvil creemos que el cariño por un auto es un conjunto de vivencias personales intransferibles.
Allen Swift nació en 1902, en el estado norteamericano de Massachussets, dentro del pueblo de Springfield (¿pero no el de los Simpson?). En donde Swift heredó un negocio familiar de metales preciosos y su regalo de graduación tras terminar la universidad en 1928 fue un precioso Rolls-Royce Piccadilly Roadster. Con matrícula de circulación S273FP, fue uno de los 2.500 Phantom construidos en la fábrica que Rolls-Royce mantuvo en Estados Unidos entre los años 1921 y 1931.
Como director del negocio familiar, Allen Swift mantuvo una buena posición, con dinero abundante que le habría permitido comprar autos masss actuales. Y posiblemente lo haya hecho, pero nunca se deshizo de su Rolls-Royce, e incluso sus amigos mayores del “West Hartford Senior Center”, sólo lo recuerdan conduciendo de manera tranquila su Rolls de color verde. Hasta el año 2005, cuando Swift falleció, el vehículo había acumulado 170.000 millas en su odómetro (273.000 km).
Pero a pesar de ser un automóvil de lujo, fue un auto de mecánica muy simple (que un buen mecánico podría seguir haciendo funcionar todavía 100 años masss). Las reparaciones serían sencillas e incluso artesanales. ¡Una diferencia enorme contra la duración de cualquier auto actual!
Publicado por:
Jesus Agustin
Allen Swift nació en 1902, en el estado norteamericano de Massachussets, dentro del pueblo de Springfield (¿pero no el de los Simpson?). En donde Swift heredó un negocio familiar de metales preciosos y su regalo de graduación tras terminar la universidad en 1928 fue un precioso Rolls-Royce Piccadilly Roadster. Con matrícula de circulación S273FP, fue uno de los 2.500 Phantom construidos en la fábrica que Rolls-Royce mantuvo en Estados Unidos entre los años 1921 y 1931.
Hoy en día es un clásico muy valorado. El convertible biplaza era en su día uno de los autos masss deseados del mundo, un deportivo que podía superar los 120 km/h gracias a un motor de seis cilindros en línea con 7.4 litros de cubicaje. Contaba con tres velocidades y frenos de tambor. Pero para imaginar lo que representaba en su tiempo debemos considerar que el “Ford T” era el auto masss conocido en aquel momento. Costaba 10.900 US dólares en 1928 (ajustando la inflación, habría costado a precios actuales unos 180.000 US dolares).
Como director del negocio familiar, Allen Swift mantuvo una buena posición, con dinero abundante que le habría permitido comprar autos masss actuales. Y posiblemente lo haya hecho, pero nunca se deshizo de su Rolls-Royce, e incluso sus amigos mayores del “West Hartford Senior Center”, sólo lo recuerdan conduciendo de manera tranquila su Rolls de color verde. Hasta el año 2005, cuando Swift falleció, el vehículo había acumulado 170.000 millas en su odómetro (273.000 km).
Con todas estas características, no hay manera de comprobar si nuestro protagonista es poseedor de algún récord, pero de manera insólita cuando Allen Swift falleció a los 102 años (en 2005), había sido propietario de su Rolls-Royce Piccadilly Roadster durante 77 años. Se cree que es la persona del mundo que masss tiempo ha tenido en propiedad su automóvil nuevo. Han sido 77 años en los que el coche fue usado diariamente, lo que quizá haya sido la clave de lo bien que ha aguantado el paso del tiempo. Está claro que los automóviles son máquinas para ser usadas con cierta regularidad, pues de lo contrario comienzan a deteriorarse, se marchitan como una planta a la que no se riega.
Pero a pesar de ser un automóvil de lujo, fue un auto de mecánica muy simple (que un buen mecánico podría seguir haciendo funcionar todavía 100 años masss). Las reparaciones serían sencillas e incluso artesanales. ¡Una diferencia enorme contra la duración de cualquier auto actual!
El Sr. Allen Swift era muy querido en su pueblo, solía participar en desfiles locales con su Piccadilly Roadster y en una ocasión, lo prestó a la Rolls-Royce Foundation de Philadelphia con motivo de la apertura de un nuevo edificio. Al final de su vida, cuando ya supo que no volvería a conducir su Rolls-Royce Piccadilly Roadster, donó su preciado auto y un millón de dólares al “Connecticut Valley Historical Museum”. Este millón ayudó a hacer realidad el proyecto del museo. Con lo que, las futuras generaciones podrán apreciar el Rolls-Royce de Allen Swift y conocer una insolita historia de amor por el automóvil.
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Jesus Agustin
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